miércoles, 28 de marzo de 2012

Una vez al mes, las cucarachas.

Las cucarachas una vez al mes visitan la casa de Arthur en el centro de Londres… la verdad es que se llama Alberto y vive en Vallecas. Un trato: vamos a llamarle Arthur. Es un tipo limpio como cualquier otro. Se mueve en las estadísticas de la mayoría. En lo normal. En la aburridísima mesura. Es entonces mesurablemente limpio. Todo lo que un soltero que curra 60 horas a la semana puede ser. El caso es que una vez al mes, las cucarachas. La última encontrada, y a la que se dio muerte de la única manera posible, sin piedad, se duchaba cómodamente en el escurreplatos. Arthur abrió el armario superior sin dejar de apuntar con las pupilas al insecto, desenfundó el Cucal con celeridad  y lo hizo útil gastando el bote entero sobre el escurreplatos. Hay que decir que en el escurreplatos la vajilla se apilaba hasta la sobrepoblación. Al finalizar la pulsión aquello no era un lugar habitable. Arthur huyó al salón sellando la cámara de gas con un fuerte portazo. Sonó definitivo.

Hacía bastante frío. Se sabe que hace frío si al fumar en la ventana el cigarro se te hace largo. Arthur vio que el sol lucía con cierta fuerza. Algo no muy común en Londres, ejem. Envalentonado por su percepción llevó a cabo su vicio en manga corta. Medio cigarro después recordó a la intrusa. Dejó caer el pitillo larguísimo. Mató a una hormiga y abrió la cámara de gas. Uno a uno trasladó los platos al fregadero. Se puso unos guantes, asió un trozo de cartón que usó como pala para cadáveres y enterró a la cucaracha en su paraíso. Cerró la basura con nudo doble y fregó de nuevo.
El esfuerzo que hace Arthur cada vez que friega no lo sabe nadie. Quince minutos de esfuerzo sobrehumano. Cuando la última pieza de Inoxcrom se hubo acomodado en el escurreplatos Arthur se cagó en to lo que se menea. El puto Cucal aún estaba expandido en la encimera y el escurreplatos. Fregó el fregadero. Tenía que hacerlo bien, una tercera vez podría significar la rendición. Fregó el escurreplatos, fregó la encimera, fregó el suelo, fregó los platos. Fregó otra vez el fregadero.

Un asesino de su nivel merece descansar como es debido después de un trabajo bien hecho. Recompensa: té de frutas del bosque y un cigarro de ideal tamaño. Manga larga. El niño del segundo gritaba como un energúmeno asomado en su terraza. Arthur se puso los cascos. Queen. “We will rock you” le inspiró para su próximo homicidio. Milimétrico. El mes que estaba por comenzar era una sala de espera. Esperó. Y no desveló a nadie su letalidad.

martes, 13 de marzo de 2012

Moren@s que quieren ser Rubi@s





Ellas:

Por envidia, por aburrimiento, porque sí. Por estrabismo, por imitación, por llevarse la contraria. Por lo que sea, pero quieren ser rubias. Porque no son rusas es la respuesta que más me gusta. Eso desde un leve sentido del humor. Desde la objetividad prefiero “por exigencia del guión”.
El rubio, parece ser, voy descubriendo, es el color de teñido más difícil. Todo un mundo, en serio. No hay rubia de bote que no se anuncie en sus puntas abiertas, raíces a punto de transformarse en diamantes o impresionante culo de gimnasio. Me comentan por aquí que también hay un importante síntoma llamado Pelopaja. Estoy de acuerdo.
Las unas están tan buenas que alcanzan el inconformismo. Shakira pierde ocho kilos y se tiñe de rubia. Las otras tienen un papel en un pequeño teatro del extrarradio madrileño e interpretan El Principito tres veces por semana. Ambas por exigencias del guión.


Ellos:

Lo mismo.